jueves, 8 de marzo de 2012

demasiado duras esas palabras, para unos labios tan humildes.

No hablo para agradar, hablo para ser escuchada. No escribo para deleitar a una sociedad cuyo mayor placer es ser deleitada. No entiendo como la palabra, que podría, si estuviera bien usada, dominar el mundo, ha de vivir tras una dulce apariencia, para ser aceptada.
Las palabras más duras suelen ser las más valiosas, aquellas que todos esperan, pero nadie quiere oír. Y no en vano solo unos pocos son capaces de, sin intención de herir, predicarlas a aquellos en quien quieren ver el cambio. Aunque a veces pecando de ingenuos, pues no todos el valor tendrán para escucharlas. Y es que no a todo el mundo le hace crecer una critica.
Maestra en la dureza, principiante en encajarla. Sin miedo a fallar, pero temerosa de descubrir que he fallado, prefiero vivir en mi historia, donde un boli, empuñado por mi propia mano escribe el cuento que yo, la única que allí habita,escucha atentamente, y aprende los errores que su burda realidad comete.

No creo en los malos escritores, solo en las mentes cerradas.
Dichosos los que no tuvieron reparo en abrirse esa puerta y dejarse a si mismo entrar, pues solo aquellos que saben verse por dentro sabrán ver, sin prejuicios, por completo la desdicha y el esplendor del mundo en el que viven.

NO CREO EN LOS MALOS ESCRITORES, SOLO EN LAS MENTES CERRADAS.

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